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La Música Por La Música (Texto Sin Corregir sobre la película The Yellow Submarine)

Blue Meanie:: Ahhhhhhhh… the hills are alive!
Max:: With the sound of music.
Aparte de la película THE YELLOW SUBMARINE.

El juego de las metáforas es más bien fácil y haciendo uso de él cualquier mentecato podría describir el argumento de THE YELLOW SUBMARINE por medio de frases tontas como: Todo está en la mente, enciendes la radio y suenan los Beatles y ya está, la música ha desterrado a los Blue Meanies; La música mueve montañas y destierra la tristeza. Creemos en ese tipo de cosas y bajo las mismas premisas creemos que la música borrará el hambre del África o librará al mundo del SIDA en un do-re-mi-fa-sol.
Lo que ocurrió en LIVE8 se puede explicar fácilmente desde ese punto de vista. La idea de perdonar la deuda de los países africanos más pobres aunque sosa y populista es muy plausible. Creer que la solución para los problemas de los Africanos consiste en perdonar una deuda es una de las mentiras que comemos a diario para el desayuno. No obstante, después de un vistazo a las desoladas imágenes del África que se proyectaban en el LIVE8, no se puede eludir conclusiones aceleradas por sosas o populistas que parezcan. Cualquier cosa puede mejorar la situación.

Ocurrió que un grupo de músicos se reunió en cada capital importante del mundo para hacer música con la intención de que no muriera más gente en el África a causa de la inanición. Todo parecía ir muy bien aquel día, el sol brillaba tenue para no molestar a los espectadores, el show era de lo mejor y Brad Pitt acudió temprano para aportar a la histeria colectiva. La música, sin embargo, no parecía el plato fuerte. Live8 era entonces una idea que nadie podría criticar desde un punto de vista ético. Podría usarse, sin embargo, como el ejemplo de un show musical en el que la música no importaba para nada. El aire estaba enrarecido por ese tufillo que se siente cuando un amigo cercano, al calor de la chimenea, saca su guitarra y empieza a tocar alguna canción de Milanés para meterse en los pantalones de otra amiga cercana. Se evidenció en aquella ocasión el gran problema que aqueja a la música contemporánea. Hacer música con la intención de salvar al mundo es un accionar tierno pero peligroso. Se olvida el valor intrínseco de la música y se olvida que ella vale en si misma.

Inmanuel Kant, haciendo alusión a la dignidad humana, escribió alguna vez que este concepto podría explicarse en una frase sencilla: El hombre no es un medio para alcanzar un fin, sino un fin en si mismo. Haciendo extensiva la máxima kantiana a la música, aunque esto pueda parecer un abuso de los planteamientos del filósofo, es claro que cuando un mal guitarrista toca a Milanés con la única intención de enamorar a una incauta, atenta contra la dignidad que la música merece. Todos los que hemos amado alguna vez a una canción (Efraim Medina reyes 2000), comprendemos por lo menos inconscientemente que la música es una de las formas más sublimes de expresión de las que el hombre dispone. Esa razón debería hacerla merecedora de cierta dignidad, aunque ésta en el sentido estricto se le atribuya únicamente al ser humano.

El gran Jimmi Hendrix, mientras le sacaba chispas a su guitarra, pensaba en las groupies que metería en su camerino esa misma noche. Pensaba en groupies desnudas, eso es seguro, pero además cuando agarraba su guitarra se ponía en la tarea de crear algo que trascendiera las intenciones. Cuando tocaba intentaba que las groupies enloquecieran pero también pensaba en honrar a aquel arte que lo liberaba, eso también es seguro. Lo que despertaba admiración no era la imagen de aquel negro tocando la guitarra sino la forma en que lo hacía. Supongo que si Hendrix hubiera tocado con la sola intención de enamorar incautas, por estos días no sería la música de Milanés la que los ñoños tocaran con sentimiento fingido en lugares apestosos a incienso. Jimmi era un tipo sensato y aunque dudo que hubiera reparado en las ideas de Kant, de alguna manera u otra sabía que había algo en la música que le daba su brillo propio. Un músico que se respete solo aspiraría a ser admirado por su música, por eso Miles Davis cuando se ufanaba de su virtuosismo sorprendía con frases del tipo: If You can listen, you are mine. La frase que describiría al LIVE8 sería una diferente: Si puedes deslumbrarte fácilmente, eres mío.

El hecho de que el LIVE8 haya sido afectado por el fenómeno “del amigo ñoño y su guitarra” no lo convierte, a todas luces, en un espectáculo reprobable. Los grandes dirigentes volvieron su mirada hacia la multitud y eso era lo importante. Es claro que si Bush y sus secuaces hubieran pasado a lo lejos en sus limusinas no hubieran reparado en la música. La algarabía, las luces y las palabras de Brad Pitt le hicieron el favor a los africanos. Hubiera sido más digno de poesía, sin embargo, que la música por si misma lograra el cometido

El submarino Amarillo

Aunque acude a extrañas triquiñuelas, la película deja en claro que la música es un conducto de alegrías y otros sentimientos, eso está muy bien. La música destierra la tristeza y las incertidumbres o las pone a nuestra merced, eso lo sabemos sin necesidad de las metáforas de THE YELLOW SUBMARINE. Basta con escuchar las notas que provienen de guitarras sublimes como las de Santana o Stevie Ray Vaughan. Cuando escucho el Blues me preocupa pensar en un lugar como Pepperland en el que la resignación o la tristeza no puedan ser convertidas en música.

Si supiera tocar la guitarra haría de ella mi cómplice, como Hendrix. Cualquiera podría hacer de la guitarra un aparato para despertar ternuras. Me ufanaría solo si mi música en si misma despertara sensibilidades o ternuras, las intenciones casi no cuentan.
Thomas Mann escribió alguna vez que “Los hombres no saben por qué consagran una obra de arte. Pese a no ser, ni mucho menos, conocedores, creen descubrir en ella cientos de cualidades para justificar tanta aceptación; pero la verdadera razón de sus favores es un imponderable: es simpatía.”
Supongo que alguien que vive en este mundo podrido y grita azúcar en los baches de sus canciones me inspira a lo sumo ternura. Su música no me produce simpatía porque no todo es Azúcar a mi alrededor. Stevie Ray Vaughan logra hacerme sentir su tristeza haciendo buen uso de su guitarra y eso me hace sentir simpatía por su obra. Si la música se redujera a canciones del tipo “La vida es un carnaval” o “te quiero porque te quiero”, me temo que no tardaría en enlistarme en el azul ejército de los Blue Meanies.Stevie Ray VaughanStevie Ray Vaughan & Double TroubleThe BeatlesJimmy HendrixB.B KingCelia CruzPablo Milanes

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